Desde mi
atalaya, sobre el valle, percibo las
luces, intuyo las sombras que envuelven la cañada…
Desde
mi atalaya; siento que los colores, enmudecen mi garganta. El perfume de la
montaña, me embarga y la caricia del
viento, suave envuelve mi esperanza…
Desde
mi atalaya, me siento pequeña y a la vez integrada… Siento que soy un fragmento,
de nuestra tierra adorada. En sintonía con los sonidos, murmullos que sugieren
la vida intensa de la montaña…
Desde
mi atalaya, sólo veo, oigo, respiro y siento, la profunda paz, que de la tierra
emana, de su majestuosa presencia, que calma mi inquietud humana. Si cierro los
ojos, me permito ser por un instante, un trocito de su piel y deseo que la sensación
me acompañe, siempre, a donde vaya...
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