… Y unas sencillas
florecillas de jazmín, la trasportaron al pasado.
Sintió que una
fuerza centrípeta la absorbía y de pronto se hallo, en el paseo de
la estación de trenes...
El pequeño Aithor corría, recogía del
suelo, unas flores del inmenso jazmín que allí crecía. Con su
pequeño cuerpo bamboleante, deshacía el camino y le entregaba las
flores con una gran sonrisa en su hermoso rostro...
Era un rito
secreto, que practicaba a diario, desde que sus tiernas luces,
descubrieran, que aquel gesto, provocaba en su madre, una divertida
algarabía...
Y allí estaba ella... Ella y su dulce retoño... Otra
vez sintió, el embriagador perfume de las flores, la suave y cálida
luz del sol. Oía con claridad la risa del niño y hasta pudo sentir
el roce de sus deditos...
Aquellas sencillas
florecillas, colocadas como por descuido sobre la mesa de la cocina,
fueron sin duda, mágicas.
Unas lagrimas resbalaron por sus mejillas
y la devolvieron al presente. No hubo explicaciones, ni hicieron
falta... Aquella experiencia, le devolvió la esperanza en el futuro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario