En
el espejo veo el reflejo de mi rostro.
El ovalo redondeado de blanca
piel, salpicado de
lo que fueron juveniles pecas, hoy difuminadas...
Los ojos llenos de
brillo, a pesar de sus
parpados en descenso.
La nariz, modelo y envidia de un cirujano
plástico y los labios
más finos que antaño.
En el marco, una fina y densa cabellera negra
en la que
evidentemente,
el tiempo ha esparcido sus blancos pelos.
Entereza,
serenidad… Eso veo en el espejo y le digo: “Si tú te empeñas en
asustarme,
mostrándome
el paso de los años, en el envoltorio que es mi cuerpo, deja al
menos
que
aprecie que soy mejor ser humano, conforme pasa el tiempo.
Te
agradezco tu reflejo,
pero te advierto… no doblegaras mi voluntad, pienso envejecer con
dignidad”.
Natalia
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